martes, 24 de junio de 2008

Westphalen y el volcán







(tomado del reportaje "Westphalen escribe mientras ruge el volcán" sobre la participación del poeta peruano en un encuentro de escritores en Lima)




“La poesía —definió— es una de las actividades más
desinteresadas, exquisitas y turbadoras del espíritu. La
que con mayor aproximación refleja la complejidad e incerteza
de nuestro destino”.
Su discurso, por momentos, se detenía. Pero después
tomaba fuerza con una oscura admonición:
“No hay que ceder ante la tentación de la bestia que
nos ronda. No nos queda sino estar alerta a no contagiarnos
de la horripilante acumulación de crímenes asumidos
en nuestra época por individuos, grupos, sectas, partidos,
estados, comunidades enteras. El volcán ruge. Mientras
ruja tenemos tiempo para la danza, el canto y la poesía. Si
viene la lava nos cogerá en nuestro mejor momento”.
El auditorio contemplaba el esfuerzo de Westphalen,
la energía que trataba de extraer de su debilidad. Le faltaba
luz dirigida para leer su escrito, se desorientaba en la
fatiga, y acaso lo hería la iluminación del aula magna de
la Universidad de Lima enfrentada a sus ojos. Durante las
presentaciones previas había permanecido con el rostro
cubierto por su mano izquierda, nervosa y de largos dedos
de pianista, como si le doliera exhibirse en público. Y
cuando sentía próximo el acoso de un fotógrafo, se cubría
más el rostro con su mano. Al final del evento, después
del largo aplauso de todo el auditorio de pie, el poeta se
retiró a paso lento, indeciso. Un abrigo color mostaza lo
cobijaba con suavidad. Y hasta una bufanda de lana parecía
pesarle. Afuera lo esperaba una silla de ruedas. No habló
más. No miró a nadie. Antonio Cisneros junto a otras
dos personas lo acomodaron como a un abuelo querido en
la silla de ruedas. Emilio Adolfo Westphalen se alejó del
tumulto de poetas y periodistas. No sabríamos decir si
pensó que el acoso final por escucharlo en público valió la
pena. Seguramente, a último momento, lo encontró inútil.
No fue así para los que nos quedamos." 1994.

El procedimiento Aira




(tomado del ensayo "César Aira y la comedia de los procedimientos" donde se abordan tres novelas del autor argentino: Cumpleaños, El mago y Varamo)


"En El mago, el conflicto de Hans Chans
es trabajar como mago entre magos, pero él sí que es un
mago de verdad. A costa de disimular su poder por la
conciencia de poseerlo, pasa por ser un mago de segunda
línea. El miedo a que se descubra su estafa de autenticidad
en un gremio de ilusionistas, lo hace vivir entre una
contención consciente y la duda de saber si lo que le ocurre
es una complicada casualidad, o bien es la realización
de sus deseos reprimidos. Si esa frontera es imprecisa, sería
absurdo buscar un sentido más allá de la acumulación
de los hechos. Visto así, lo fantástico de la literatura de César
Aira es una noción en extremo fáctica de la realidad,
como si observara bajo una lupa la monstruosidad de una
mosca que, además, platica sobre su vida breve. Ante el
fracaso de no poder hacer un buen show, Hans Chans opta
por escribir novelas –que hace aparecer con un chasquido
de dedos– ya que nadie le pedirá cuentas por la trasgresión
de ser un mago de verdad, ni tampoco se podrá
rastrear el origen de tantas novelas escritas tan rápido."